No he escrito
en mucho tiempo, y menos en español. Well
here goes...
Café
En la
tarde, antes de que llegaran los niños de la escuela, y después del almuerzo,
abuela empieza su segunda hoya de café.
La casa
está tranquila. Después de la limpieza
de la mañana huele a cloro y lavanda.
Las puertas están abiertas a lo que abuela espera a sus hijas y nueras
vecinas.
El suspiro
del día. Entre los que haceres de la
mañana y el corre-corre de la tarde.
El sol esta
todavía alto en el cielo, pero la casa de abuela se mantiene obscura y fresca;
como si ella misma sabia mantener su propio ambiente. En la cocina, el olor a ajo, cebolla, y
cilantro permanece aunque no hay nada cocinando en la estufa. El olor a café permea las paredes y los
gabinetes de madera.
Abuela
vacía el termo del café de la mañana en el fregadero y lo llena con el café de
la tarde en preparación para la llegada de sus hijas.
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Entra la
primera hija y saca una taza del gabinete.
Se prepara su café con una cucharada de azúcar. Negro.
Se sienta en la silla al lado de la mesa.
"¿Mami,
como te va?"
"Bien. ¿Y los nenes?"
"Tito
esta con la suegra, y Lila en casa viendo televisión."
Entra la
segunda, la puerta de la sala cierra con un cantazo. Se prepara su tasa con leche y tres cucharas
de azúcar. Se sienta en el escalón en la
entrada de la cocina, mirando hacia el monte y la quebrada que queda a unos
metros de la casa. "¡Que día!"
"¿Qué
pasa?" pregunta la primera.
"Fui a
ver si estaban cogiendo solicitudes en la fábrica, y me dicen que no. Madrugue, estaba allá haciendo fila ya a las
seis y media. Ay que fastidiarse. Pero
si la nena de Lucinda la cogieron ayer y esa no sabe na' de costura."
"Si ya
tu sabes cómo eh," dice abuela. Se
sienta en la otra silla cerca de la mesa y pone su pequeña taza sobre un
platillo para no dañar la mantilla plástica que cubre la mesa.
La puerta
harnero abre y mira una pequeña cara hacia dentro desde la sala. Entre la obscuridad de la sala, y la luz que
entra por detrás de la puerta hace difícil ver los detalles de la cara. Pero su madre la reconoce. "¿Que-eh?"
pregunta la segunda.
La vocecita
aguda de su hija corre por la sala, "eh que no quiero jugar con
Sandy."
"Pues
no juegues con Sandy, pero quédate afuera.
Y no te quiero oír." Se
cierra la puerta con un golpe. "Me
tiene harta."
Abuela y la
primera inclinan sus cabezas en asentimiento.
Entra la
tercera, mirando hacia afuera.
"Quédate con Sandy, estoy aquí, " dice a lo que entra. Carga una lata de galletas dulces. Pone la lata en la mesa. "Ma, fui a Jiménez y las tenían en
descuento. Ah, y tenían unos brazos
gitanos riiiicos."
"¿Y por
qué vas a decir y no traes? ¡Oye!"
dice la primera.
"Están
en Jiménez. Te los puedes comprar,"
dice la tercera con una risa en su voz y se sirve su taza de café. Negro con tres azucares.
Agarra una
lata de galletas "Export Sodas" y se sienta sobre ella recostada de
la pared.
Llegan las
otras hijas y nueras entre unos minutos como si el olor a café las haya
llamado. Cada una agarra su tasa y su esquina
o lugar de costumbre.
Y empieza
el chismorreo. Dos o tres
conversaciones a la vez. Brincando de
tema en tema como una abeja en un jardín con sus flores.
"Y
oíste de-"
"Pero
no sabías que-"
"¿Desde
cuándo?"
"Pero,
¿con quién?"
"¡No
me digas!"
"Uhi,
si eso no me sorprende del."
A lo que
las tasas se vacían y llenan de nuevo los temas seguían. Pelando a uno y a otro. Pero nunca hablando de los asuntos de uno mismo.
Hay que tener cierto nivel de discreción.
Llega abuelo
de la finca y se sirve su café.
"¡Ahí que gallinero!" dice y se bebe su café en un trago para
rápido salir de nuevo. Pero antes, para
en la puerta para escuchar un poco del chisme sobre uno de los vecinos. Después sale a la finca a buscar ñames para la
verdura para la cena.
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Ya se está
acerando la hora que lleguen los niños de la escuela y pronto hay que empezar
la comida.
Se levanta
la primera para irse. Sabiendo el riesgo
de ser la primera en salir. Tan pronto
te vas, tan pronto empiezan hablar de ti.
Por eso es bueno irse entre las ultimas.
De igual manera que cuando uno llega y entra un silencio en la cocina ya
se sabe de quién hablaban. Pero, ya es
hora de buscar a Tito.
Un poco
después se va la tercera, con su hija Sandy que la esperaba en el balcón
jugando con sus muñecas Barbis con su prima.
Las nueras se
van, y por fin la segunda. Antes de que se
vaya, abuela le dice, "si es para ti, es para ti, sabes que tienes un buen
hombre trabajador. Y a esa Lucinda, a cada cerdo le llega su sábado."
La casa queda
en silencio.
Abuela empieza
a recoger y a lo que limpia las tazas en el fregadero canturrea una canción de su
juventud. Pone las tasas en el escurridor
y le pasa paño a la mesa. Y por fin, pone la hoya con agua hirviendo esperando para
los ñames que traerá abuelo.
El fresco de
la tarde corre por la casa. Las palmas en
el monte se mueven con la brisa. Abuela cierra
la puerta de la cocina. Hasta el próximo
café de mañana.
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